Juan Valdés o Elpidio Padrón:  patriota sin igual

Padrón junto a su inmortal personaje, gran amigo y símbolo para generaciones de niños cubanos.


3 de octubre de 2024 Hora: 13:43

Con solo escuchar el sonido, saben que se proyecta un animado cubano, dicen los realizadores extranjeros y en particular reconocen de inmediato la banda sonora y las voces realistas, utilizadas por el genio de Juan Padrón.

A propósito de celebrar al legendario personaje de Elpidio Valdés, creado en días como estos pero de 1970, por obra del historietista, caricaturista, guionista y cineasta Juan Padrón, revisamos aspectos de la impronta de quien ha dejado con su infinita creatividad una feliz e instructiva memoria en varias generaciones de cubanos.

Además del dibujo animado aportado al Instituto Cubano del Arte e Industria Cinematográficos (Icaic), la historieta cubana de este creador expuso su sello en la revista “Mella”(1944-1965)y en el suplemento humorístico del periódico “Juventud Rebelde”, fundado en 1965.

Juan Padrón Blanco (Jovellanos, 29 de enero de 1947 – La Habana, 24 de marzo de 2020), privilegia el humor, el ritmo y el colorido cubanos en su trabajo. A pesar de su personalidad modesta y tímida, su obra enriquecida en la investigación histórica y el desarrollo de sus destrezas como dibujante, expresó a través del arte toda la gracia criolla. En el caso del emblemático personaje mambí Elpidio Valdés, al contar sucesos de la guerra de independencia, de forma humorística, logró la mejor lección de historia de Cuba.

Tal fue su legado que en pantallas de cine, televisores, libros, revistas y sobre todo en la imaginación de los que fuimos niños a su estreno, sigue vibrando Elpidio Valdés. Ahora, de padres a hijos, de abuelos a nietos. Los personajes de Juan Padrón llevan años de sueños entre nosotros.

Al decir de Padrón, la característica principal que nos distingue como escuela cubana de animación es “un sonido muy trabajado y una buena música compuesta especialmente para cada obra. También poseen un ritmo mucho más rápido, y un colorido exagerado a veces. Dentro de eso, creo que podría decir que yo editaba más ‘picado’ que los demás, y que puse de moda las voces sin efectos – era normal distorsionarlas con un aparatito llamado ‘ranger tone’ y sonaban muy nasales-; con Elpidio Valdés y Vampiros en La Habana, las bandas sonoras son bien realistas, contrastaba con las caricaturas y les daban una dimensión muy divertida.

Al hablar de una escuela cubana de dibujo animado, Juan Padrón dijo: “Tiene características que la distinguen entre las otras en cuanto al color, el ritmo y la banda sonora, tiene efectos de ambientes. Al principio veíamos el dibujo animado como didáctica. Con el tiempo, nos fuimos desprendiendo de ese lastre que nos obligaba a tener siempre que explicar algo, y se comenzaron a hacer cosas diversas. En el caso de Elpidio Valdés, el objetivo era, de forma humorística, contar la guerra de independencia, con una enseñanza detrás”.

Antes de morir con 73 años luego de una larga batalla contra una afección respiratoria, el gran Padrón estaba lleno de ideas y trabajando. En ocasión del homenaje ofrecido por el Centro Cultural Pablo de la Torriente Brau, en la Feria Internacional del Libro de La Habana (2018), explicó emocionado que ya llevaba 400 páginas escritas para la nueva edición actualizada de El Libro del Mambí, que esperaba sacar a la luz con la editora del Icaic.

Padrón era creativamente inquieto. Tenía en mente volver con nuevas historietas de Elpidio Valdés. Para ello, requería -dijo- de un equipo de jóvenes entusiastas que se incorporaran a la realización de películas cortas y largometrajes. Al cambiar el sistema de trabajo, expresó: “me siento fuera del agua, por eso prefiero que sean los jóvenes los que las hagan”.

El libro de aventuras de Elpidio Valdés, preparado por la Casa Editora Abril.

Consideraba que la computadora es una herramienta. “Imagínate la diferencia entre hacer una escultura en piedra con un martillo neumático en vez de con un cincel y martillo. O escribir en una máquina eléctrica en lugar de con una pluma de ganso. El problema es la gente. Al principio, los efectos visuales (luces, lluvia, nieve, reflejos, sombras, mover el foco del lente, etc.) eran muy fáciles de hacer y controlar, pues los jóvenes querían meter todo eso a las películas. Y a veces parecían catálogos de efectos más que animados. Se les iba la mano. Con el tiempo y la experiencia, la calidad de la imagen ha ido mejorando cada vez más; y los resultados ahora son los mejores”, refirió a Cubacine.

Juan Padrón dibujaba la historieta de samuráis “Kashibashi” a finales de la década de 1970. Justamente aquí, hubo un personaje secundario que alcanzó su independencia: Elpidio Valdés, quien nació como todo un buen cubano, humorista y “jodedor”. También fue caracterizado como un mambí valiente, que al pasar de los años se convirtió en un mito del “cómic” insular.

Para su creación, Padrón se impuso la acuciosa investigación de la historia. Por ejemplo, para crear una escena, dibujar un uniforme o un arma hubo muchas horas de estudio en archivos históricos, con un nivel de detalle de época y circunstancia.

La génesis se remonta a su infancia, explicó a la periodista Paquita de Armas: “Me crié en un central azucarero (Carolina) en el valle de Guamacaro (nombre fundacional de Limonar), en  Matanzas; así que tuve la suerte de andar cerrero por el campo y rodeado por locomotoras, carretas tiradas por bueyes, cañaverales y disfrutando de todo el lío ese de vivir en un lugar donde se fabrica azúcar. Una niñez muy bonita. Mi hermano Ernesto (autor de Yeyín y otros personajes) y yo competíamos a ver quién dibujaba mejor y copiábamos o inventábamos historietas. También filmábamos películas de acción y trucos con maquetas, en 8 mm”.

El maestro describió a una caricatura como una “escena de situación, ambiente, diálogo, caracterización, actuación, encuadre… sintetizada en un solo dibujo”. En cambio, la historieta la representó como una historia contada, seleccionando para los encuadres, los momentos y diálogos más importantes.

Al crítico de cine y televisión, Joel del Río le puntualizó en otros términos: “Aunque la historieta es lo que más se parece al dibujo animado (porque se enfrentan los mismos problemas: encuadres, diseños, caracterización, iluminación, diálogos, etc.), es un lenguaje distinto. La historieta avanza en elipsis constantes, una selección de momentos (cuadros) cuya continuidad el lector ‘fabrica’ en su mente. En el animado, se trata de contar la historia en imágenes, en cine puro, ya que no se registra el movimiento, sino que se crean absolutamente todos los elementos que verás en pantalla”.

El creador de dibujos animados, consideraba que lo principal para la efectividad de un mensaje, son “las mismas características que harían que una película en vivo fuera buena”. Con sus elementos bien estudiados y puntualmente colocados, es el guion dibujado (storyboard) y la puesta en escena (encuadres, composición dentro del cuadro). Para ello, “cocinaba” a sus personajes durante meses, antes de trabajarlos por primera vez. “No me cuesta mucho “parir” los personajes. Y hasta me imagino cómo hablan… Nunca he tenido problemas en eso”.

Nacimiento

El lugar donde se hacen los “muñes» cubanos radica actualmente en los Estudios de Animación del Icaic. Para ellos cuentan con profesionales artísticos altamente calificados y con una tecnología de punta, calificada como la escuela formadora de realizadores de animación del país. El 15 de enero de 1960 se fundó oficialmente, pero desde 1959 se hacen los primeros trabajos (El Maná y La Prensa Seria, de Jesús de Armas). Recordemos que el 24 de marzo de 1959, se constituyó el Icaic.

Un relato nos cuenta cómo antes de 1959 ya se hacían animados en Cuba. Hernán Henríquez (historietista y humorista. Autor de la serie “Gugulandia” del semanario DDT, posteriormente llevada al cine), dijo que le presentaron a Alfredo Guevara (1925-2013), Doctor en Filosofía y creador del Icaic, del que fue presidente por varias décadas, la Cinemateca de Cuba, el Noticiero Icaic Latinoamericano, la revista Cine Cubano, el Grupo de Experimentación Sonora del Icaic y promotor del movimiento plástico cubano que revolucionó el diseño del cartel cinematográfico.

Estudios de Animación del ICAIC.

En Cuba no había laboratorio de color, cuando se estrenó “La Prensa Seria” en México (filme a color, que trata sobre un personaje negativo, que se oponía a los procesos de la Revolución). Durante la proyección, se dan cuenta que en una escena el personaje estaba caminando al revés, lo que provocó gran susto en algunos presentes, pensando que había salido con error. Al terminar la película Alfredo comentó: ¡Qué genialidad, el personaje camina contra la corriente!

Alfredo preguntó a los creativos si ellos podían realizar una animación como esa al mes. Ellos respondieron: “podemos hacer dos al mes”. Desde ese día fue creado el Departamento de Dibujos Animados del Icaic.

Padrón pasó al Icaic en 1974 como director de dibujos animados, refiere la Revista Cubacine. Para mayor alineación de estrellas, desde 1963, Padrón conoció a -posteriormente compositor y trovador- Silvio Rodríguez, que entonces aprendía a tocar guitarra. Ambos colaboraban con la revista “Mella” y se alternaron para dibujar para la página semanal “El hueco”. Luego coincidieron en movilizaciones militares, por lo que resultó natural que el primer corto de animación que hizo Juan Padrón tuvo la música de Silvio Rodríguez. Aquel primer animado (1974), de casi siete minutos,fue titulado: “Una aventura de Elpidio Valdés”. 

Recordemos su amplia trayectoria con caricaturas en la publicación “Ja Ja Ja”, en enero de 1971. Sobre sus inicios en las caricaturas, dijo: “Mis primeras historietas me traen muchos recuerdos. Que se publiquen ahora me satisface. Se publicaron una sola vez “Los verdugos”, en 1987 por la UPEC. Hay varias generaciones de cubanos que no las han visto; espero que ahora puedan hacerlo”.

Además de Elpidio, trabajaba otros personajes como los Vampiros, Piojos, Kashibashi y los mencionados Verdugos. Estos últimos, se asociaban al humor negro, que Padrón prefirió llamar -con ironía- “un humor gris claro”.

Le siguieron varios cortos, hasta que en 1979, se realiza el largometraje “Elpidio Valdés”, con 70 minutos. En 1983 se estrena otro largometraje de 80 minutos, titulado: “Elpidio Valdés contra dólar y cañón”. A su personaje principal, se le encomendó la difícil y peligrosa misión de llevar a Cuba desde Florida un cargamento de armas para el Ejército Libertador de Cuba. Después de enfrentar múltiples dificultades logra cumplir su cometido. También. Como la mayoría de sus historias, en 2007 fue convertido en libro, por la editorial Abril.

En 1985 nace “Vampiros en La Habana”, película de 1 hora y 20 min. Sobre esta, Padrón ha dicho: “Cuando la terminé y la vieron los ‘expertos’, dijeron que no era lo que esperaban de mí, que era muy vernácula, confusa y ruidosa; no se hizo rueda de prensa para anunciarla, ni se estrenó. En una revista salió una crítica que trataba muy mal a la película… Estuve unos días muy deprimido, hasta que rompió el récord de taquilla (de aquella época) en una semana y la gente le comentaba entusiasmada”. Actualmente es considerada internacionalmenteun filme de culto. Tras el éxito de este filme, en 2003 Juan Padrón dirige: “¡Más Vampiros en la Habana!

También surgieron otras animaciones. Elpidio Valdés: “Contra el águila y el león” (1995), título para Hispanoamérica. Conocido en Europa por la frase española “Más se perdió en Cuba”. El largometraje de dibujos animados en 2D fue coproducido entre Cuba y España. Reproduce el contexto de la Guerra hispano-cubano-norteamericana de 1898.

Fue la única vez que el director Juan Padrón extrajo a Elpidio Valdés de su entorno decimonónico, para insertarlo -al desenlace de la película- en plena república burguesa. Describe argumentos como el atentado del Maine, una autoagresión norteamericana, al referido acorazado de la Armada de los Estados Unidos, que explotó el 15 de febrero de 1898 en la bahía de La Habana. Fue en el marco de la Guerra Necesaria (1895-1898), cuando los mambises estaban ganando a las tropas de España y sirvió para que Estados Unidos declarara la guerra contra Madrid y se apropiara de las colonias españolas Cuba, Puerto Rico y Filipinas.

El desenlace del filme ocurre durante la dictadura del general Gerardo Machado, cuando un ya anciano Elpidio Valdés lucha contra el Gobierno en compañía de su hijo. La película concluye cuando Elpidio Valdés dice: ¡Algún día vamos a ganar nosotros! Aun así, la crítica la consideró un filme complaciente con los españoles y alejado de las características clásicas del personaje de Elpidio Valdés.

Lo cierto es que la intensidad de la maestría de Juan Padrón y su compromiso con la historia lo convierte en una figura imprescindible para la cultura cubana.

Influencias

Como casi todos los creativos modernos, Juan Padrón reconoció en sus inicios el influjo de las historietas españolas de los años cincuenta. Mencionaba a los autores: Peñarroya, Vázquez, Conti. También recordaba a “un excelente animador y dibujante catalán que vivía en La Habana, que me tomó de discípulo, Juan José López, autor de Superlópez”. Fue conocido por Jan y se incorporó a la creación de historietas, al principio de la Revolución cubana.

Padrón también exploró la saga del norteamericano Hank Ketcham, creador de tiras cómicas desde 1951 hasta 1994. “Pero yo adoraba las viñetas españolas y repasando mis primeros trabajos, se ve claramente que hasta imitaba los globos”.

Al periodista Joel del Río le confesó que creía imitar a los realizadores de la Warner Bros Animation, exclusivamente dedicada en Estados Unidos a la producción de programas de televisión de dibujos animados y largometrajes. “Me encantaban las películas de Bob Clampett y Chuck Jones, y los otros locos de esos estudios. Disney es el no va más de la técnica y el rigor. Sus guiones son lo más cercano a la perfección. Una puesta en escena, animación, color, sonido… magistrales”. Contaba Juan Padrón que a veces le cansaban sus “manierismos”: repite fórmulas, expresiones, efectos… pero es como su estilo de siempre que, finalmente, parece que sus continuadores van cambiando. “Los animados de la Warner en los años 30 y 40 me parecen geniales y divertidos. Crearon no el realismo, sino la credibilidad”.

El cine de animación de los países socialistas -como todos los estudios, agregó- tenía una media bastante buena, y también pocas y selectas obras de alta calidad técnica y artística. En esos países surgieron figuras como Jiri Trnka, Bretislav Pojar, Karel Zeman, Popescu-Gopo, Donio Donev, Attila Vargas y otros que son clásicos del cine mundial. Los soviéticos tenían a Fiódor Jitrúk, Yuri Norstein y muchos otros genios que sacaron el animado soviético del estilo de cuento de abuelita rusa tradicional.

Fotograma de Vampiros en La Habana, su filme más popular en todo el mundo.

Precisa que la que más le impresionó fue “la vieja escuela de Zagreb, con sus pilares Dušan Vukotić y Bordo Dovnikovic. Digo la vieja, porque de aquello no queda nada. Ahora los estudios hacen las cosas más comerciales y mediocres del mundo. En general, todos los países utilizaron técnicas diversas; no solo el dibujo animado, sino también las películas de muñecos, recortes, pizarra de alfileres, pintando bajo cámara, etc.”.

Acerca del animado japonés, precisó que en la década de 1960 eran una maravilla de inventiva, con pocos recursos. Todos los estudiaban como alternativa a la “forma Disney”, porque utilizaban elementos o técnicas que eran factibles de utilizar en Cuba. “Una animación perfecta para los diseños que hacían”, dijo.

Sin embargo -precisó el Maestro cubano- se han convertido en unos clichés que se le hacían insoportables. “Lo mismo ves en una obra japonesa, coreana o tailandesa: usan los mismos efectos de sonido, los mismos ojos, los mismos peinados puntiagudos, las mismas expresiones, un asco. Cada vez dibujan menos (de 12 bajaron a 3 o 4 dibujos por segundo) y cada vez se van más a la forma, porque no tienen nada interesante que contar”.

Reconocimientos

Padrón fue merecedor de innumerables premios y distinciones: “Por la Cultura Nacional”, la medalla “Alejo Carpentier”, el Premio Nacional del Humor, 2004 y el Premio Nacional de Cine, 2008.

Recibió las más altas distinciones otorgadas a un artista cubano: la Orden Félix Varela de primer grado, el premio El Diablo Cojuelo, ocho Premios Coral en el Festival Internacional del Nuevo Cine Latinoamericano, entre otros.

En el 2021, Juan Padrón fue merecedor post mortem del homenaje de la Academia de Cine de España, con una gala que anunció a todo dar: “Elpidio Valdés y Los Vampiros en La Habana, de nuevo en Madrid”. 

Estuvieron presentes su hija Silvia, inspiradora del personaje de María Silvia, la novia mambí de Elpidio Valdés, el actor cubano Vladimir Cruz (Fresa y chocolate) y José Luis Farías, director de los Premios Quirino, para reconocer el talento y la creatividad de la industria de la animación iberoamericana. También tuvo lugar un coloquio que moderó Maite Ruiz de Austri, ganadora de dos Premios Goya por dos cintas de animación.

¡Vampiros en La Habana!

Obtuvo la posición 50 en la primera encuesta mundial sobre los 100 mejores títulos del cine iberoamericano. De estas, fue la única película animada de la lista. Además, forma parte de la colección del Museo de Arte Moderno de Nueva York (MoMA). A los seis años de su estreno, el filme se había vendido en casi todo el mundo. La segunda y última película de esta saga, hasta el presente es “Más vampiros en La Habana”, de 2003.

Aunque las personas no se cansan de verla, sobre la película original de 1985, Padrón comentó: “Cuando la terminé y la vieron los ‘expertos’, dijeron que no era lo que esperaban de mí, que era muy vernácula, confusa y ruidosa; no se hizo rueda de prensa para anunciarla, ni estrenó. En una revista salió una crítica que trataba muy mal a la película… Estuve unos días muy deprimido, hasta que rompió el récord de taquilla (de aquella época) en una semana y la gente la comentaba entusiasmada. Me he sentido como Spielberg cuando en Valparaíso me recibieron cientos de estudiantes amantes de la película, o en Puerto Rico, donde se la sabían de memoria, en fin… Es algo muy agradable y estimulante”.

Elpidio

Poco a poco el coronel mambí y su tropa fue entrando en las casas, en aulas, en los hogares de los cubanos. Elpidio fue haciéndose grande como cómic, término asumido como un préstamo aceptado de la lengua inglesa (comic, es decir, “gracioso”). Es el personaje más popular en Cuba, un “patriota sin igual” al decir de Silvio Rodríguez en su tema musical.

Desde los uniformes hasta el armamento, la figura de la mujer en las luchas por la independencia, la participación de brigadas internacionales en nuestra guerra, los traidores, los valientes y los cobardes, la ayuda de los emigrados, el espanto de las contiendas bélicas y el criollísimo humor cubano, unido al gracejo español tanto de los jefes como de los pobres soldados que no cesaban de decir “y uno de bestia”, recuerda Laidi Fernández de Juan en La Jiribilla.

“En las películas de Juan Padrón han participado también otros artistas maravillosos como Silvio Rodríguez con su “Balada de Elpidio” y otras canciones, el maestro Manuel Duchesne Cuzán al frente de la Orquesta Sinfónica Nacional, la colorista Gisela González, los coguionistas Tulio Raggi y Mario Rivas, actrices y actores que prestaron sus voces como Irela Bravo, Frank González”, puntualiza.

Padrón abraza a Quino, creador de Mafalda. Fueron excelentes amigos.

Es Elpidio nuestro paladín, alguien astuto, simpático, que monta sobre el lomo de Palmiche, está enamorado -y bien correspondido por ella- de María Silvia y encabeza la caballería que, empuñando la bandera de la estrella solitaria y al grito de “¡Viva Cuba Libre!”, arremete machete en mano contra los colonialistas y gana, comenta el narrador cubano, Hugo Luis Sánchez.

Para Padrón todo no fue coser y cantar; tuvo que librar, talento en mano, su batalla frente a los mediocres. A lo que Sánchez agregó: – ¿Y Elpidio?  “Llegó en 1970, después de los Verdugos, y tampoco se libró. Molestaba que los mambises estuvieran vestidos como mambises, es decir, con ropas muy pobres, al igual que los niños, y que se insinuara que se decían malas palabras (en los globitos de diálogo solo aparecían garabatos), lo que no constituía un buen ejemplo. Solo que al coronel Valdés no se atrevieron a gritar ¡fuera!, ¡abajo!, ni a borrarlo, ni a tacharlo…”

A la periodista Paquita de Armas le respondió a mediados de los años noventa, en torno a uno de los apagones, que eran pan diario en La Habana: “En cualquier lugar a mí me ofrecen una bola de pesos para que me quede, pero ¿dónde voy a encontrar miles de niños que han hecho suyo a Elpidio?” En esa oportunidad se quejaba, con razón, de que a su personaje lo utilizaban para cualquier acción publicitaria, sacándolo de su contexto e idiosincrasia.

El libro del mambí

Mencionamos que Padrón es autor de un texto voluminoso y pendiente de su segunda, ampliada y definitiva edición. Él mismo consideró que, dado el enriquecimiento de su contenido frente al texto original, pudiera pensarse como el primero. Se trata de El libro del mambí (Ed. Abril, 1985), donde aparecen los estudios realizados para la creación de estos animados y detalles de la guerra de independencia; con ello demuestra que en su obra no hay nada fortuito. En el tintero también dejó una saga de caricaturas, sobre los servicios secretos de los mambises y un libro que incluyera las frases más célebres de sus personajes.

A propósito del homenaje a Juan Padrón, la escritora cubana Laidi Fernández de Juan, comentó:  “Podemos disentir en muchísimas cuestiones, polemizar con los viejos y con los más jóvenes, atacarnos, emigrar o quedarnos; defendernos, enfrascarnos en apasionadas discusiones, dejarnos abatir o, por el contrario, estimularnos a continuar batallando, pero si en algo estuvimos, estamos y estaremos de acuerdo todos los nacidos en esta Isla es precisamente en la identificación del más grande de nuestros historietistas”.

Autor: teleSUR - Rosa María Fernández

Deja un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *